Caquetá ha sido la casa de Río, juego y aprendo. Durante estos 4 años de implementación, sus imponentes montañas verdes que rodean la cordillera y sus majestuosos ríos han sido anfitriones incomparables. Las mariposas azules que hemos encontrado en el camino nos han llenado de esperanza, demostrando una vez más que Caquetá no solo es la puerta de la Amazonía, sino también una puerta inmensa de oportunidades.
A través de las risas de las niñas y niños, y de los juegos propuestos por maestras, maestros y facilitadores, hemos aprendido y comprobado una vez más que invertir en la infancia ¡vale la pena! Cada encuentro grupal y cada acompañamiento se convirtieron en escenarios perfectos para contribuir a esa tan anhelada calidad educativa. Con las semillas de cacao y copoazú, quisimos acercar a las niñas y niños a nuevas experiencias que los reconozcan y los hagan sentirse orgullosos del territorio que habitan. Estos materiales también han permitido que los maestros expandan su creatividad, demostrando una vez sus capacidades. ¡Claro! hubo temor, pero rápidamente se disipó entre el inmenso cielo azul y el deseo de hacer las cosas de manera diferente.
Con el paso del tiempo, pudimos reconocer que el calor del departamento no se debía únicamente al intenso sol. Los abrazos cálidos y genuinos de las niñas y los niños también tenían mucho que ver. Desde San José del Fragua hasta San Vicente del Caguán, pudimos sentir la generosidad del pueblo caqueteño. A través de su incomparable hamburguesa de plátano, las famosas picadas y su delicioso arroz de leche, tuvimos la oportunidad de conocer su increíble gastronomía y el buen gusto que los caracteriza.
El proyecto Río, Juego y Aprendo ha sido afortunado al poder estar en un territorio de paz, de reconciliación y de nuevos y mejores tiempos. El camino apenas empieza, pero las niñas y los niños del departamento pueden confiar en que se está trabajando por ofrecerles un futuro más justo, alegre y prometedor, lleno de risas, juego y aprendizajes que marcarán de manera positiva sus vidas.
¡Gracias Caquetá!