El valor de las experiencias de juego en el aprendizaje y desarrollo de las niñas y niños

De acuerdo con lo anterior, el juego adquiere un alcance más amplio al ser la base de toda organización política y social, ya que, a través de este, los seres humanos realizan una representación del mundo y de transmisión de la cultura; por tanto, su importancia en las experiencias tempranas de los primeros años de vida es esencial ya que ofrecen un contexto único para potenciar el aprendizaje y desarrollo de las niñas y niños, quienes requieren habilidades a lo largo de la vida. En este sentido, las experiencias de juego se reconocen como un medio para promover el aprendizaje y desarrollo de los niños de manera intencionada (Bautista et al., 2019), lo que posibilita reconocer su valor para potenciar la educación para la primera infancia y como base para el aprendizaje.

La evidencia muestra que las experiencias del aprendizaje a través del juego cuentan con las siguientes características que inciden en el desarrollo infantil temprano ( (Liu, C et al., 2017):

• · Alegre: genera sentir alegría en ello
• · Significativo: da significado a nuevas experiencias
• · Involucramiento activo: permite estar activos y con la mente conectada
• · Iterativas: posibilita probar nuevas ideas
• · Interacción social: posibilita interactuar con otros

Al tener presente estas características del aprendizaje a través del juego, facilitan el desarrollo y la activación de los procesos interconectados del cerebro en los primeros años de vida, siendo la base para su capacidad de aprender.

Lo anterior, implica profundizar más en la comprensión de la importancia del aprendizaje a través del juego en los contextos educativos, ya que el aprendizaje es un esfuerzo fundamentalmente social y complejo que necesita oportunidades continuas de apoyo, de manera tal que por medio de este los niños puedan aplicar los nuevos conocimientos en diferentes situaciones y a su vez desarrollar diversas habilidades para la vida, implicando procesos cognitivos y emocionales. (Mardell et al., 2023)

Además, es necesario potenciar el rol de los educadores en su reconocimiento como facilitadores del aprendizaje a través del juego, lo que implica que:

• · Comprendan la importancia del juego en el desarrollo de las niñas y niños y por tanto garantizar interacciones de calidad para el aprendizaje de habilidades para la vida.
• · Reconozcan que los momentos de juego crean de forma natural las características que impulsan el aprendizaje (Jensen, et al., 2019)
• · Promover experiencias de juego, creando espacios y tiempos para poner en dialogo con los intereses y necesidades de las niñas y niños con las oportunidades para integrar sus objetivos de aprendizaje.
• · Comprender las maneras en que desde su rol como educadores pueden participar en las experiencias de juego por medio del espectro de prácticas de juego: juego libre, juego guiado y juego dirigido.
• · Reconocer los distintos roles que pueden asumir, planear las oportunidades de juego y reflexionar sobre la pertinencia de optar por enfoques mas libres o estructurados según la intención pedagógica. (Maldonado-Carreño et al., 2023)
• · Aplicar los cuatro principios de un buen facilitador de experiencias de (Reeve, 2012): adaptarse, relacionarse, apoyar y disciplinar con delicadeza.

En conclusión, cuando las niñas y niños invierten mayor tiempo y energía en experiencias de juego, hay mayores oportunidades de aprendizaje; lo que implica seguir promoviendo el valor del aprendizaje a través del juego de manera sistémica con los diversos actores y en los diferentes entornos donde habitan las niñas y niños: hogar, escuela y comunidad.

A pesar de las diversas posturas sobre el juego que han emergido desde las diversas disciplinas, reconocemos al juego como una actividad intrínseca del ser humano, caracterizada por los medios y cuyo proceso es más importante que cualquier resultado (Smith y Pellegrini, 2008); en este sentido, se reconoce que el juego está presente en la vida de los seres humanos ya que tiene valor en sí misma, puesto que se constituye como una manifestación propia e innata del ser humano que además fortalece los procesos socializadores con los otros, que moviliza el pensamiento y permite la construcción de conocimiento, especialmente en las niñas y niños.